El sábado desperte de una larga, muy larga siesta. Desperté, y hubiese preferido no hacerlo. No sé si no hacerlo nunca más, pero mejor hubiese sido darme cuenta de esto en otro momento.
Siempre he dicho que me gusta el invierno. Y con él, los accesorios que suelen llevarse. Los guantes-mitones, las bufandas coloridas, pero siempre bien combinadas con la ropa que se lleva, los gorros con estilo, los paraguas no de esos que venden en la calle a luca o dos lucas, y no es por despreciarlos, pues más de alguna vez he tenido de esos, pero son todos iguales. Si queremos vivir el ivierno, vivirlo de veras, hay que sacar todo el estilo que posiblemente se lleva dentro.
Lo anterior era casi un paréntesis. Un gran paréntesis.
Entonces, me di cuenta que eran las siete y algo de la tarde, y la llegada de la noche era inminente. Sucedió todo muy rápido. No alcancé siquiera a sacarme el pijama de la siesta cuando ya era de noche otra vez. Tan rápido fue de noche que me dio miedo, o pena. O miedo de tener pena.
Es que la gente tiende a guardarse más temprano, por lo que las calles del Gran Concepción quedan a veces, casi desiertas. Lo bueno sí, de todo esto, es que es probable que los chincheles o sucuchos o chicherías o antros sean más visitados, pues nadie que tenga intenciones de beber algo por ahí se irá a los Patos o a algún lugar recóndito de la U si el frío y la lluvia se hacen presente.
Intento desdoblarme y verme a las ocho de la noche, caminando sola, con el viento en contra, ese viento que da vuelta el paraguas y parte la cara, por la Diagonal. Y claro: no viene solo. Viene con agua de lluvia. Baja las pestañas y a veces, sólo a veces, corre el maquillaje. A mí no me ha sucedido, pero he escuchado de ello.
Y es todo tan triste lo que veo desde arriba, desdoblada, que prefiero disfrutar -o por lo menos intentarlo- los rayitos de sol que me llegan a ratos. Pero ya se nubló otra vez.
Se nubló otra vez y debo asumir que las noches serán más largas, más frías también. Mas solas.
Lo mejor es que compre un paraguas bien colorido, bien chillón y me deje de lamentos. Sacaré del clóset las bufandas coloridas del invierno pasado. Escucharé música que no me haga daño. Los compiuters por ejemplo. O Madonna.
Y en esos días de lluvia llevaré conmigo el paraguas colorido. Tal vez cante una canción.
7 comentarios:
hai cosas que definitivamente no hai que hacer cuando uno está medio sensible o solo; una es escuhar música que hace daño (así que mui bien por la decisión musical). otra cosa media triste es dormir siesta i despertar oscuro, no sé porque mierda pero da mucha pena. el sábado io tenía mucha pena i también dormi, pero tuve suerte, porque ese feo día se arreglo con una masculina visita mui esperada (L).
mi paragua es lila, i es el único accesorio que me gusta del invierno. porque el verano es insuperable.
MUI bien carolina, que bueno que actualices esto.
A mi jamas me a gustado el invierno y eso lo sabes. Soy de los que creen que es lindo, pero en fotos. Odio mojarme, odio el viento, odio que no alla gente, que no alla sol! odio el invierno!!, mas aun cuando nos ponemos tristes, por el, por otras cosas o por las dos juntas. Creo que es la parte mas deprimente del año y a mi edad deprimirme no hace bien.
Tampoco me hace bien la "musica que hace daño", sobre todo para estas fechas, Y voy a ser sincero: hay cosas que simplemente no puedo escuchar, aunque quiera, como leo o charly. Nada personal, es solo que no puedo.
nena,nena que bien te ves con el invierno...
gracias por los cariños y mimos..fue algo que necesitaba y ustedes me dieron, gracias por la risa y los masajes....
tubo lindo conce y llegue con menos modorra algastado y asquerosamente veraniego stgo...
besos lov yu
AHHA!
TENGO PENA,
HICISTe darme pena, el invierno me da pena, la lluvia me da pena, los paraguas me dan pena,
amo el verano, y veo que se aleja, como el sol,
Carola caracola,
hiciste que me diera Pena!
mmmmmmmmmmmm
en fin
.
caroli me gustò leerte en este preciso instante... es como si me viera ahi tb... descrita por ti en lo que escribiste...
El invierno me gusta, salir y mojarme. En ciertos momentos, mirarlo por la ventana. Imaginarme caminando por una vereda sin árboles, las manos frías y, por tanto, la invitación a tocar.
Desde que estoy en esta ciudad el mito de los paraguas voladores me persigue, y me agrada. Prefiero ir con las manos desocupadas.
Saludos.
Rob
ea. me gusta el invierno!!
nos vemos caracola!
tonsaaaa
clauiii :)
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